Guatemala: mueren dos grandes talentos
Siempre se van los buenos, los útiles para el país, que se debate en la crisis política y social más espantosa de los últimos años.
Pluma invitada: Miguel Ángel Albizures
Recientemente en Guatemala
se tuvo dos pérdidas irreparables, primero nos sorprendió la partida del poeta
Humberto Ak’abal y luego la del dramaturgo, director teatral, poeta, escritor y
gran declamador Víctor Hugo Cruz. Ambos hicieron historia en el país y en el
extranjero, ambos amaron a Guatemala entrañablemente y ambos, desde su campo,
expresaron con fuerza los sufrimientos del pueblo y le señalaron el camino para
liberarse de la eterna opresión que padece.
No debe uno desearle la
muerte a nadie, pero nada hubiera pasado si se va de este mundo, uno de los
tantos políticos ambiciosos o corruptos que andan por las calles del país
haciendo ofrecimientos y burlándose de la credibilidad y desdichas de los
guatemaltecos, pero no, siempre se van los buenos, los útiles para el país, que
se debate en la crisis política y social más espantosa de los últimos años. Ahí
están los diputados gritando improperios contra el Procurador de los Derechos
Humanos y rebuscando la forma de deshacerse de él porque no se ha plegado a sus
intereses, pero además, están intentando reformar la Ley de Reconciliación
Nacional, para que sus compinches queden libres, quieren perdonar, por decreto,
a los crímenes de lesa humanidad.
Quizá por eso Ak’abal,
escribió el poema “La Flor amarilla de los sepulcros” y señaló claramente en un
trozo del poema: “Aquí nadie quiere paz, aquí hay hambre de muerte, los hombres
están ciegos, las leyes están sordas, los caminos están torcidos… La noche no
da muestras de acabar, la muerte anda borracha hartándose de sangre, las
sombras del crimen extienden sus alas y tapan la luz, murciélagos danzan entre
olas de odio…”
Mientras que Víctor Hugo, nunca se cansó de gritar una y mil
veces, en pleno parque central y otras tarimas de denuncia: “Vámonos patria a
caminar, yo te acompaño. Yo bajaré los abismos que me digas. Yo beberé tus
cálices amargos. Yo me quedaré ciego para que tengas ojos. Yo me quedaré sin
voz para que tú cantes. Yo he de morir para que tú no mueras, para que emerja
tu rostro flameando al horizonte de cada flor que nazca de mis huesos”. Todo
para hacer honor al poeta Otto René Castillo. Víctor Hugo, rescató del olvido
mucho de lo heredado por el gran dramaturgo Manuel Galich, que antecediera a
los dos y muriera en el exilio, como muchos otros talentos guatemaltecos
obligados a vivir lejos de su patria.
La Usac, para despedirlo, le
hizo un cálido homenaje en la Plaza Víctor Hugo Cruz, en el Paraninfo
Universitario y se tenía previsto hacerle entrega de una placa el 9 de julio,
día de su cumpleaños, pero según nos contó Víctor Hugo, cuatro días antes de su
fallecimiento, él ya presentía que no llegaría a este homenaje, pero deseaba
que se terminara el vídeo que se tenía previsto presentar, y que finalmente fue
el que sirvió para el último adiós al entrañable amigo. Un abrazo a sus
familiares, compartiendo el dolor de la pérdida de los amigos.
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